jueves, 12 de noviembre de 2020

El corazón con el que sueñan todos los pájaros

 El vórtice en llamas,

el marasmo,

la turbina,

los ejes y las bielas,

el engranaje de una atmósfera de hielo,

los canales con ojos en la piel donde duermen gusanos de hojalata,

la leyenda de la abeja y sus cromosomas albinos,

el resplandor de los lunares en el lugar donde las hojas de amianto

vuelan como córvidos sin napalm.

 

Aquí, en mi leyenda, en tu leyenda, ramas en el parasol,

los cuernos del hambre como racimos de uvas fértiles al sol y a la luna,

Robinson de almendras tu máscara,

la lengua que arroja sílfides de estaño,

la cal de las hormigas arrastrándose

vientre arriba con sus ocelos reticulares

y su disciplina de cometa.

 

Desde un beso el laberinto al que llega tu lágrima,

¿por qué lloras si hay un mundo de palomas en tus labios?,

el platino reverbera, aro del mezcal, constelación

y plumaje en la tez del azteca, pirámide que sufre el filo del esmalte,

círculos y horóscopos, alucinaciones albas en el túmulo y la serpiente roja.

 

Ya te has vuelto rosal y calavera,

un bulevar bajo la lluvia en aquel invierno de esquilas,

campanas en tu voz, el frío cristalino en la pereza del cristal,

las horas de nieve y el reloj quieto como un abril fósil.

 

Te creo, ya estás en mí, la muralla de tu ciudad y los recuerdos,

las niñas junto al río en la edad de los hombres grises

y la historia romana en los sillares,

ventrílocuos bajo los párpados de un campanario.

 

Ven, aquí vive mi mar, el faro triste donde murieron las gaviotas,

mi calle de versos de alambre invoca a tu portal y le ofrece margaritas blancas,

signos de esparto.

 

“Somos la yugular de una incógnita”, pero si unes tu zafiro

con la roca de mi ser, alas sin oscuridad soplarán confines de viento,

entonces seremos la isla de un océano impar,

el corazón con el que sueñan todos los pájaros

que huyen sin pudor del maleficio de su sombra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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