miércoles, 11 de noviembre de 2020

La estupidez del lupus politicus

Quizá piensas en una careta de carnaval
o en un abrigo suave de pelo enjuto.

Quizá la perfección de esos dientes,
los ojos ambarinos,
el incisivo cruel que asoma en el acantilado de la muerte,
el paso sigiloso en la moldura de la nieve,
el bosque carcomido de la taiga,
la serenidad de la niebla
como un manto de estalactitas sudorosas,
el perfume del tizón
cuando el cazador emerge
con la piel del oso en la cintura,
el olisquear náufrago de un aire sin especias,
el frío indecente en el hocico taciturno,
son la oscuridad infinita de la noche que ambicionas.

Quizá el lobo aprendió que el fuego es un espejo de agua,
tal vez sonría al verte aletear
un hachón en llamas
con el frenesí alucinado de los posesos.

Tú piensa en la codicia
o en cómo desde tu pedestal ves morir los sueños,
si has roído el corazón fraterno,
si la desnudez ajena te gusta,
el poder te sacia,
la sangre licuada en las filas de la necesidad te excita,
si muestras tu dentadura falsa, te pones la máscara inútil
y crees que nadie descubrirá tu estrategia de cánido inmortal.

Y ahora dime, por qué mancillas al lobo.





 

 

 

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