sábado, 7 de noviembre de 2020

Eclipse de sol

Como un filtro de muselina,
como un panal oscuro,
como la gasa de los pájaros,
el eclipse.

Ahora veré en un diapasón invertido
girar las horas de los naufragios,
la tela del ojo sobre el otro ojo,
la sincronía esférica que bordará los perfiles,
el aura y el resol,
la corona y la pérgola,
ósmosis de senectud
en la vigilia del tiempo anárquico.

El eclipse es una ráfaga tardía del atardecer cósmico,
se preguntan los ángeles por un edén sombrío
donde la tarea sea omnímoda,
igual que el sueño
de los atlantes.

Yo busqué el rincón más tenebroso
para que nadie viera mi noche,
la luna hoy se viste con rayos de estruendo,
bajan las ratas a sus nidos de almidón
con un collar ciego por estandarte.

Escucho quizá la ternura del sol
o la castidad del astro
o la cópula en el infinito,
magma y sílice que lloran sin pudor.

Oráculos de bienvenida,
rutinarios herejes que predecís un símbolo
entre las nubes imaginadas,
carros que dejáis chispas de luz
en el aliento de los humanos,
planetas que añoráis el semen del roce
en la enormidad de los fractales,
episodios en que el círculo
es un óvulo que nos regala tiniebla,
promiscua sed de minutos exactos,
satélite que penetra en el vientre celestial de la vida.





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