Alfanje herido su latir, un tallo
que viola el espacio y lo vuelve flor,
suspendida la almendra, el fuste liso
como mármol de piel, blandura grácil
que cae en los omoplatos y es lluvia
de vida. Mi labio hiende su perfil con el agua
del propósito, salina la yesca en el belfo,
rumor de hojas el junco que orea un alisio gris.
Toda la gracia de su altivez en el mercurio,
sostiene como pilastra el verbo que madura,
los ojos se angostan si el deseo acude a besar
su longitud de glicina, su savia azul en mi odre.
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