Puede ser salir o entrar,
una pantalla de abalorios donde vive el tiempo
que no es tacto ni olor.
La linterna evoca pulsos abatidos,
huesos primigenios y trampolines hacia la luz.
Si sello los párpados
trastabillan las imágenes,
de pronto el mecano se rompió entre mis dedos añosos,
el bastón es un bate de béisbol
que golpea una pelota traslúcida,
el vigor de la piel solo posee un alma
que es la voz del recuerdo.
En mi soledad no permito el rumor de la duda,
escucho palabras que leí en un poema
mientras el barniz de la claustrofobia cubre las paredes
con ojos de candil o de limbo
en el insomnio perpetuo del vacío.
¿Y si niego el poder de los años,
su invencible poso de desventura?
Altas las estrellas de mi hospicio,
una imagen dúctil, virtual, manipulada
conforma la serenidad con pétalos de tarde.
¿Qué decir del presente si no existe?
Horizontes como laberintos
en una isla mínima, el pudor de un reloj
que no me cuenta el futuro
desde su pretil gastado.
Estoy en compañía,
el carnaval circula por los alrededores de mi sombra,
tejedor de este ovillo
que se hace
y se deshace
a capricho.
Solo cuando la realidad
me encuentre
llegará el final de mis sueños.
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