Vosotros también lo conocéis,
cuando asoma aturde los sentidos,
sientes un ahogo impertinente,
la respiración se acelera, el estómago
rumia un dolor amortiguado y desdeñoso.
No se puede razonar con su tesón, se impone
por la terquedad salvaje del convencimiento,
su raíz es tan profunda que tira del tronco
que tú eres para hundirte asido a un estertor
de náufrago. Con los años aprendiste
a no hacerle caso, soportas su maldad,
te perturba, te amarga los días, y tú le riñes
como a un niño travieso que se obstina
en molestarte. A menudo lamentas
que no crezca, y al fin se vaya de casa.
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