lunes, 16 de diciembre de 2019

Cuando los barcos regresan



Son seis las curvas que rodean el faro.
Hay rizos en el horizonte como si el gran monstruo
sintiera el beso del aire en su inmensidad.
Es diciembre y ya no nace la flor del tojo,
la lluvia rompe el azul del mar con nubes
que se arraciman bajo un sol incauto.
Todo es un collar de plata, un mercurio de grises
donde las gaviotas sueñan un temblor de redes.
El haz del faro, de pronto, resucita a los mitos:
el Nautilus, la sirena madre, el pulpo de quince brazos
que abarca con su sombra el renacer de las mareas.
En la hora tardía del crepúsculo regresan las naves del olvido,
guardan en las sentinas cisnes de Arabia, maravillas en sus vientres,
ecos que no invocan certezas, solo historias de piratas
que nadie creyó y que esta noche, al pie de los acantilados escucho,
como una letanía que el viento regala a mi inocencia de niño.

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