Porque una ciudad cabe en la sombra del viento,
porque hay orillas de agua y meteoros entre los límites de la luz,
porque un sol revienta la sinrazón del abecedario de la urbe,
porque las calles se doblan en ardides y sudan estertores de linfa,
porque el humo y la sangre son lo mismo,
porque los labios sufren bajo el estruendo como pájaros rotos,
porque las miserias son azules y los sueños callan tras el rictus del infeliz,
porque un mar de alcohol desayuna en los vientres
porque los niños se desquician y lloran risas,
porque muero junto al árbol caído y las hortensias secas,
porque te llamo y te nombro, aunque ya no estés aquí.
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