Algo les dije a los guardias, algo dije.
La fábrica de sueños enmudece
y en el grisú de las minas no canta el petirrojo.
Juan murió de hambre porque vivía en un plato de sopa vacío.
Cuando llueve se excitan las calandrias,
por una vez vuelan libres hasta que caen mojadas por la luz.
En el híper hay una oferta de abrazos mecánicos
escrita en el idioma de ningún país.
Esta cucaracha no me olvida.
Viene a mí, tranquila como un monje,
exacta como un lápiz que inventa un círculo.
Y es que nunca me siento solo cuando, atentamente, la miro.
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