Uno quisiera ser el grito en la luz, un aullido
simple, una rosa de fuego. En la piel el clamor
de la vida como un geiser en el mar de las auroras.
Yo fui este ayer que brota de la locura, yo reconozco
el jardín omnipresente, la injusticia que parpadea
en los óbitos del día. Pronto comprenderás que las
pisadas nunca destapan las nubes, que los ojos miran
a un horizonte de amapolas tras la cautividad de un
cuerpo fósil. Mi latitud son los círculos que rodean
el pasado como una arteria que llega al hoy con la
insensatez que clama por un dios ya extinto.
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