Me gustaría creer que empieza por el amor,
por una luz o un sol. Después son episodios
de costumbre y desdén, de álgebra, de fuegos
artificiales, de experiencia y camino. Nunca
descubro otra sombra que el perfil que no
hiere. La bondad, la ternura, el odio amable,
el orgullo, la plenitud de compartir un horizonte
esquivo. Tú y yo en la edad de los mitos, tú
-también yo- en la memoria que se iza como
un geiser de esperanza. La negación de los espejos
porque pueden más la gratitud y la caricia amante.
Nuestra preocupación por el niño que crece, el lazo
que se encumbra junto a la sordidez de los días.
Y el cumplimiento del sigilo, día a día, como
raíces que plantan las bandera de este existir
que infinitamente nos une.
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