Es la imprudencia de los trenes lo que me alarma.
Sé el destino que me lleva a mi,
desconozco el porqué de un libro
que se abre en la noche.
Si le pregunto al viaje
me dice
que no hay un lazo azul
que vulnere la memoria.
Y no tengo prisa,
quiero que cada luz que pasa sea un sol,
quiero que los latidos del día
se oscurezcan
como una nube absorta.
¿Quién diseña el destino
cuando los raíles solo ejecutan
el paso de los pájaros,
el artificio de la vida
mientras la luz decae?
Como siempre
guardo el verbo en la mirada
y me cuesta entender el silencio
sin magia,
los azules que aprisionan
el alud.
Entiéndeme
porque el suicida solo apuesta una vez
y yo te busco en la caída,
lejos de tu estatura,
allí donde duermen las cenizas
del invierno.
Me acompañas
porque la soledad no ama el murmullo de las farolas,
me seduces con tu pasado
-que es parte del mio-
cuando nombras los espejos,
su inexactitud
Al fin
es la cortesía un tiempo perdido
y no vuelve nunca la esperanza
con las alas abiertas
como un guiñol
alucinado.
Es mas simple el existir,
yo soy el que sueña con los violines exhaustos,
con la quimérica flor
que nace
siempre
en todas las estaciones.
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