¿Qué forma tiene el recuerdo?¿Es quizá una mano
pequeña que se aferra a otra mano cansada, mientras
la luz resplandece en un día de julio? ¿O es el dolor
que con el tiempo ya es solo palabra, mito o leyenda?
¿O es la risa, los empujones, un balón perdido tras la
cerca enmarañada? El recuerdo me busca en los pasillos
de la niñez, su nebulosa adquiere un blancor de alas,
una liviandad sin música. El recuerdo amó una vez
la juventud, tuvo sueños de labios azules y horizontes
irrepetibles de mares sin explorar, se ausentó de sí
cuando el éxtasis de la piel y la locura del deseo
fingieron una comunión extraña. No permanecen
en mi los hechos más cercanos, se diluyen como
marcas de agua en mis ayeres próximos, circulan
vencidos igual que fantasmas sobre un presente
avasallador. Persiste el recuerdo más puro, el
de la herida y el de la caricia, el del fracaso
y el que brilla bajo un sol de esperanza. Como
un viejo árbol miro los círculos cansados de mi
tronco, su huella fósil es mi verdad, la única, la
sola verdad de un hombre que simplemente pasa.
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