viernes, 20 de noviembre de 2015

Lluvia



De la lluvia amo el brillo
que deja en la piel de las fachadas.

A veces furia
otras calidez,
beso o ternura.

La lluvia es un grito
que se derrama entre las olas del aire,
su corazón de ángel
enciende los ríos de la vida,
su raíz viste de agua
la memoria de los impermeables,
el descuido de los paraguas,
el canto irreal de las alcantarillas.

Cuando tú paseas vestida de humedad
hay un eco gris que te sigue
como una jauría de perros líquidos,
callados, fieles.

Me entretiene la redondez y el espasmo
que la gota huida dibuja en el cristal.

Veo a lo lejos
los labios de la gárgola,
su saliva incansable,
su acuosa serenidad
de símbolo.

Y es en su ferocidad de ráfaga
donde yo encuentro mi ser,
desnudo, parado en las esquinas,
el agua, el viento, la sal
golpean mi rostro infantil;
y sé que más allá de este instante de fragor
hay una bendición que me atrae,
me doblega,
me abraza
con sus tentáculos de ninfa.

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