Cuando miro los espejos
veo el prisma.
Lo que dije ayer no me corresponde,
lo que diré mañana es una faz rota.
En el silencio de las tardes me interrogo
como un extraño camaleón
que a menudo añorara su color
primero.
Yo sé que me visten los principios de tu sombra.
Sé que no hay disfraz que interrumpa la decisión
de hallar un camino
entre los versos sin edad
de un naufragio.
Qué más da
si ya no escriben las palomas una huella breve
que marque la luz.
Mi identidad es lo que tú quieras,
la risa, el corazón entregado,
la flor en tu vientre
que se enmascara como un pájaro
incapaz de concebir otra vida.
Si me ves desnudo
entenderás que en el suburbio de los días
existe una magnitud de ecos,
una raíz insomne
que arroja su voz
contra la inocencia de un arpegio
hastiado.
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