Olisquea el gato las guedejas de la luz.
Es una luz tenue, como de mediodía
que no acaba de verter en la estancia
su racimo de claridad.
La planta no da flor, el jarrón estéril ya no es un rosal,
la pérgola mustia recibe la luz sin la canción de la alegría
en las hojas poseídas por el ángel de la mañana.
Lees tras los visillos para que nadie espíe
tu recogimiento de amapola núbil,
tu ansia de que las letras se conviertan en alas de un pájaro azul.
Se escucha morir el frío en los dinteles, en los alféizares,
en las molduras bendecidas por la luz.
Es otro día de abril.
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