Su constancia de madre,
su raíz de vida,
su derramada voz de agua
que colma la piel del mundo.
Quiero sentir la lluvia en el corazón,
quiero que moje mis ojos de niño
y me de la bendición de los planetas.
Quiero que se deslice por mi carne como una cascada de amor,
quiero su silencio de eternidad
y su transparencia líquida de flor húmeda
en el manto de mi jardín hospitalario.
Otra vez llueve sobre las rosas de la noche,
otra vez estoy sin ti,
sin tu rostro en los regueros del cristal
que fluyen como los ríos del olvido.
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