Más que nube o cielo tumultuoso,
claridad en la figura que asoma en los charcos
como águila que despliega la armonía de sus alas
sin que en el azul transeúnte vibre la sonoridad del tiempo.
Sin los vestidos que cubren tu piel ya desnuda en mi corazón
que promete círculos de ámbar que coronen los mediodías
a los que regresas después del frío nocturno
y las paradojas del verbo.
Tras el corto latido de la madrugada que en ti se vuelve temblor de luna,
cariátide vivaz de un soportal en llamas,
pájaro de lluvia en la inclemencia de abril,
atisbo de mar en los ojos que aman el gris de la tormenta,
nadadora de la virtud entre racimos de un agua triste.
Un agua que viene a morir en las guedejas de tu pelo
como un lloro de paz bajo las nubes que trazan sobre ti
dibujos de Atlántidas, estandartes de colores invisibles,
islas de algodón en las que viven las sombras
mojadas por la luz del silencio.
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