¡Oh! qué
carnaval del agua, ciempiés líquido
que fluye por
la lisa quietud de la carne.
Un rumor
leve acompaña a la caída,
una tempestad de lluvia sobre mis hombros,
un diluvio
que riega los cabellos con gotas
de vendaval,
cascada inmensa, vaporosa, cardumen
de
moléculas que se vierten en un acto de amor.
Humedece mi
piel rosada, limpia la podredumbre
del día,
las ideas que se enquistaron en mi voz.
Acojo la
bendición de este manantial efímero
sobre mi
desnudez, y canto, y susurro un abecedario
impoluto, después
del rito siento cómo mi yo revive.
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