De colinas
y párpados, de bucles y meteoros,
así la
atmósfera alegre de las luciérnagas;
luz de insomnio,
luz en gasa transparente que roza
el cuerpo
firme, sedas o tul, arrobamiento del tejido lunar.
En la calle,
serpentinas de abril, cines rojos,
hay un dios
en el camino y flores en las nubes,
hay plata
de orfebre en la areola de las niñas.
Llueve,
lloverá, como un diluvio de jacintos,
mácula del
agua en los pistilos, blanco azulejo de tinta azul.
Qué cae
sino la herida, baldosas perladas, cerámica del sur,
paisajes de girasol, y toros y abedules sin paz, cansa este odio
de tótems
negros. ¿Dónde guardé mi dibujo de alfanje raído?
Una
religión son tus pechos, cuando en el hospicio de mi alcázar
viertes tu
leche de llanto, cuando tus piernas son ríos de color
en un arco
iris infernal, cuando los versos del poeta te acunan
con simples
canciones de marfil.
Y si abres
los ojos muere una lágrima
y si te
aproximas me besa la luz,
y si me
hablas los dormidos aludes del tiempo son tu voz;
tu voz sonora,
tu voz amante, tu anhelada voz, perdida…
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