Nunca he
sabido del presente,
sonámbulo
yo en mis espejos.
Te columpió
el día con su metamorfosis blanca,
llegaste con
la cresta de los témpanos,
un jueves de
heridas frágiles.
En tu barco
había líquenes,
venías del
agua, de los territorios sin fronteras,
del astro inútil
que se vuelve luna en las mareas de la luz.
Yo vi
tiburones esbeltos morir en tu vientre,
vi un eco
sobre la espuma de las olas que no llovieron,
contemplé
los arco iris anfibios cruzar la isla invisible de tu aliento.
Sirena de
ojos verdes, nauta en los insomnios de mi pereza,
de tus vértebras
nacen capullos de algas tristes,
en tu azar
de cola traslúcida mil mapas viejos
reproducen
la singladura de los navíos que nadie conoció.
Quizá en el
alma del mito un dibujo de azul no ignore
la virtud
del sueño, tal vez un hogar vuelva a mi rostro
cuando sea
playa el tiempo, y yo un marino que en tu concha
descubre un
nombre, un azar, un destino donde no quepan las sombras.
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