lunes, 16 de mayo de 2022

Despertar

 

Nunca acontece la luz antes de que los párpados mueran.
Yo veré, de nuevo, el artificio de la claridad.
Inútilmente el hombre descubre el día cada día,
porque el día es un latido que necesita sangre,
una noria o una estrategia de átomos donde el resplandor persiste
como el plomo persiste en la cadena que afila el brocal de un pozo.
Otra vez la claraboya suda un rocío de perfume blanco,
en mi cama los horarios se reflejan en el mapamundi de los relojes,
soy yo quien viaja entre las horas, sediento de edad,
desnudo, microscópicamente asido a la quietud del aire,
gotas de mi aliento enroscadas como rizos que ponen un dique a los segundos,
que quieren ser murciélagos nocturnos o ataúdes rojos en su fosforescencia
de alma mater junto a los silencios que pueblan los suburbios de esta habitación
que crece hostil, que vendrá a robarme la noche, cicatriz pérfida en mis ojos
que se despiertan como insectos viriles, como plantas en la fotosíntesis del olvido,
como la inmanencia de la sombra cuando reproduce mi condición de oscura efigie,
entre las sábanas que yo quise abismo, sin ardid, solo imagen en el espejo irreal
que me traga sin reconocerme, materia sin perfil, náusea de la calígine,
vértigo de rosas negras; aquí, junto a mí, al despertar.

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