lunes, 30 de mayo de 2022

El paseante


No era la mano de Caspar Hauser en su cielo dorado.

Sí el reventar del hacha,
la maldición nacarada del cisne.

El tránsito acude a su hueco
y veo dormidas formas:
el esqueleto, los tubos,
los pigmentos sin edad de la niebla.

Sobre los tejados no amanecen relojes,
aunque títeres y saltimbanquis cubran la plaza
con su reír de noria.

Esta ciudad tuvo mercados, barro, puente y doctrinas,
también el eco de los sombreros que hablan
y la memoria inconexa del mundo futuro.

Yo sólo empiezo y nunca termino,
puedo escribir el mapa
o tal vez alumbre la manzana del rincón,
la casa sin duendes,
el hospital de las estatuas.

Ahora mira el estanque,
tus pasos me devuelven la luz,
sin navío, sin gárgola.

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