Qué color has inventado que no veo. Una palabra olvidé,
al decirla todo se vuelve oscuridad. Y si tu ayer ya no
es el mío, ni en los días tiembla mi luz, ni espero tu voz
bajo los soportales, ni me asomo al ventanal de mi casa
con los ojos del lince fijos en tu casa, con el hambre
en los labios y la sed infinita del deseo, cubriéndome,
así, tan pesadamente, como una letanía de plomo.
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