lunes, 16 de septiembre de 2019

La alumna pasajera

El bolígrafo como un trofeo entre los labios,
tu mirada encuentra un nido en la mirada amiga.

No escribes frases oscuras ni idolatras la mecánica
de los textos, la invencible levedad de los programas.

Te hacen gracia mis hombros encorvados, mi ademan
de tortuga vieja, estos brazos que columpian
las explicaciones como las aspas idiotas
de un ventilador inútil.

Leo con altivez los renglones de los libros, mi voz exhausta
analiza las metáforas, los engarzados hemistiquios,
la solemnes figuras retóricas de un poema anacrónico.

Pero seducen más tus ojos que son desliz, provocación
y estímulo de un suspiro fugaz. Abres las piernas
y las bragas exhiben tu plenitud en el sexo húmedo,
en el rictus que, invencible, estremece tu cuerpo.

Han sido cincuenta los minutos en que mi corazón
imaginó la islas de tus senos, nunca más
volvió tu desnudez de flor omnívora
a comer en los segundos de mi clase.



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