Ser huella en la huella no parece que le importe a nadie.
Una familia se oculta con ramas de alabastro tras un jardín
de árboles sin sombra bajo un techo oscuro. Allí está mi
nombre, en el corazón de las paredes o en el marco abierto
de las ventanas.¿Cuándo suceden las cosas nimias, en qué
rompeolas escribe un verbo el latido de un reloj moribundo?
Salir del surco no nombrado-con sus bulevares de mar
o sus cristales siempre altivos mirando hacia la llave del sol-.
Si vengo es que existo en mi voz apenas músculo que calla.
Si vivo es por los raíles que cruzaron mi piel en inviernos
o veranos, en la lejanía de lo que no alcanzo cuando finjo
un ayer. Solo la virtud me conmueve, la claridad
en los ojos lánguidos de la aurora como una tempestad
en el iris ambiguo. No vendrá la lluvia a salvarme
con sus alas líquidas o su amor que me convierte
en río. Soy memoria de horas que se inflaman
en un segundo, el pensamiento gira y gira hasta
ser ceniza, ceniza libre que me amamanta como
un tótem que fluye hacia la luz o hacia el olvido.
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