miércoles, 21 de diciembre de 2016

La memoria eterna


No necesito más que la luz encendida de un recuerdo.

Un relámpago apenas nacido,
el sabor,
la fría sed del contacto
y ya está...

La piel,
el niño alimenta su dulzura
con el orgullo de una familia húmeda,
los juegos o la eternidad en las falanges
que no paran de lanzar su propósito indócil
hacia el azul sempiterno.

¡Es la vida, dice el corazón sin hojas,
es el resplandor sobre el océano herido,
son los cielos poblados de pájaros multicolores
o la flecha sin regreso de la ilusión
en bandadas de amor!

Tú ya conoces el camino que retorna a ti,
tú no bendices el presente
te alejas con los caballos vencidos
hacia la noche del pasado
y no quieres una llave
que ilumine la metamorfosis del futuro.

Aún vivo en el pálpito,
mis escamas son ascuas inmortales
que se anillan a mis ojos
para no sentir el macilento gong de los minutos,
su ignota ausencia de mí
en los balcones
de
la
huida.

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