Ven a explorar el silencio de mis alas como
un pájaro de ojos tristes en un cielo blanco.
Ven al dormido eclipse de la sangre y levanta
olas que atraviesen la duda y la muerte con la risa
intacta de tu ser. Conquista el territorio de la mandrágora
con tu voz de sirena, haz que el aullido escriba el canto
de un ruiseñor ciego sobre mi edén, sobre tu rostro
que también es el mío cuando amanece la piel y ya
no pregunto por un solo cuerpo.
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