sábado, 10 de diciembre de 2016
Fragmento de "La rana viajera" de Julio Camba
"Cada vez que cae un Gobierno, yo experimento un sentimiento de liberación. El aire me parece más puro; las mujeres, más guapas; los manjares, más sabrosos.
—Trabajillo ha costado—exclamo—; pero, al fin, somos libres. Ya no tenemos Gobierno. Hemos realizado nuestro ideal...
Desgraciadamente, está en nuestra naturaleza el no poder nunca darnos cuenta de la felicidad presente. Por esto, la felicidad es inasequible, y por esto, acaban resolviéndose todas las crisis ministeriales. Al cabo de dos o tres días, el Gobierno caído es siempre sustituido por otro, y de nuevo hay que dedicarse a la tarea de demolerlo. Totalizando las diferentes crisis que, poco a poco, logramos obtener, apenas si España llegará a vivir al año un mes entero sin Gobierno. ¡Un mes entre doce! No vale la pena.
Por mi parte, yo no ayudaré ya nunca a echar abajo a ningún Gobierno, como no me garanticen que luego no van a sustituirlo con otro. Mucho más cuando al otro es seguro que ya habíamos tenido también que echarlo abajo anteriormente. No veo en qué puede convenirle a un hombre soltero, que ejerce una profesión liberal, el que le gobiernen el Sr. Dato o el señor Maura, el Sr. García Prieto o el Sr. Sánchez de Toca. Probablemente, les interesa mucho más a estos señores gobernarme a mí de lo que pueda nunca interesarme a mí el que me gobiernen ellos.
Y si un pueblo no puede vivir sin Gobierno—premisa a la que no le concederé ningún valor mientras, como ocurre ahora, tampoco pueda vivir con él—; si un pueblo no puede vivir sin Gobierno, y si los gobiernos constituyen «un mal necesario», entonces, por lo menos, debemos exigir que las crisis duren un poco más. Una crisis de tres o cuatro días no compensa el esfuerzo necesario para arrancar del banco azul a estos ministros que parecen lapa".
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