Los años son una canción perdida entre los ecos.
Aquel rótulo persiste, las calles aún vigilan tu sombra,
el desliz de los cuerpos crea fantasmas en la burbuja
ausente de los enigmas. Si te supiera hablar propondría
un acertijo para que en el misterio te anudaras como
una mariposa núbil que calla el dolor de la presa,
el ombligo voraz de las telarañas. A veces pienso
en los corales que no nacieron porque nuestra vida
pudo ser un mar cristalino, de un azul sin mácula,
fértil como las esponjas que se desnudan ante
las olas amantes. Pero no, tus ojos volaron hacia
el círculo de las ninfas, sin formularios, como
una flor que no admite cordura, en la senda de una
atracción prevista entre los redobles de músicas célibes
o entre manos que se anudan tras las imágenes comunes
de una historia compartida. Te veo extraña al tiempo,
acariciando palomas en el aire, fingiendo ser la raíz
de la infinitud- o la fuerza gris o los ríos o los bosques
que tapan tus sueños- tan múltiple, tan oscura que no
llego a comprender como una vez fuimos refugio
de una pasión que hoy descubro infantil.
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