miércoles, 12 de octubre de 2016

Tu piel



Nunca quise dibujar un mapa. Veo la ondulación,
el recodo, las largas venas del amor, tu corazón
palpitante entre las vertebras y siento la armonía
de los cuerpos cuando se asoman al otro con la entrega
de la quietud. He besado la rugosidad de un pecho amable,
los hombros y su cónclave de abejas, el infinito que hay
detrás de mil hojas en tu cabeza noble, como hogares
de tu pensamiento, como el deseo que te alcanza. Deja
que roce la lisa espesura de tu desidia, que se vuelva
el rostro un jardín sin que el labio desnude la flor
o la lágrima de un iris interrumpa la luz que te recorre
y te bendice como agua fértil. Es el blancor un sueño
donde los diamantes de la lujuria espejean y mueren.
Si lo efímero no se cruza con la permanencia que añoro,
que sea la superficie que te adorna la magnitud de un mar,
el increíble don de saberte aquí como una nave triste
que busca un punto sin regreso, hacia la vejez o hacia
la ausencia, hacia lo que fue un día nosotros o nada.

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