Podría dibujarla pero no sería real.
Porque se mueve en el instante,
porque la expresión calla al fin
como un manantial dulce.
Te alegra cuando el silencio dormita en su voz,
te salva si en un adjetivo has puesto la noche,
elige por ti la felicidad de los cruces,
el estampido de las venas que buscan un mismo río,
la garganta y su derrota
en los labios fruncidos por la luz de la fiebre.
¿Qué misterio deriva hacia la hoguera
donde los cómicos eligen un símbolo
que ha sido fraternidad
o el paso breve del hastío?
Que reluzca como una prenda de Arabia
la rojez de sus alas, para mí,
para otro,
en la locura vibrante de la fugacidad,
hasta el ayer,
hasta el hoy que la mira
y encuentra allí
un paraíso.
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