Con los pilares firmes del sueño 
el niño construye mundos. 
Ayer mira al hoy, 
el hoy es un cúmulo de invencibles estrellas 
en la simpatía del círculo. 
Juegan los fantasmas con semáforos alados, 
juega el fuego con la sed 
tras el día de los días 
en su fulgor intemporal de margaritas dóciles. 
Pero nada se parece a la virtud 
cuando la rapiña del mal se adueña de las calles 
y sopla miríadas azules 
con un resplandor falsario. 
Se abre entonces el poro limpio de la herida 
y surgen los gusanos del miedo.
Y en un desamparo de flores calvas 
la duda se convierte en acusación 
de homilías y templos, 
de verdades sin hojas 
en las alamedas rojizas.
¿Para qué el mapa de los asteroides, 
la nebulosa de un futuro, 
el silencio que se mixtura con la pólvora 
antes de ser diversión de color 
en los cielos del anochecer?
Así es cómo se forma la herida 
-que en su despertar regará los años - 
la exactitud de los orificios que son permanentes 
como un río que nace tras la culpa simulada, 
y se aleja y se aleja de la identidad 
que amanecía con la risa de los enjambres 
y el sonido alegre de los pájaros.
Un poema extraordinario, Ramón.
ResponderEliminarHa sido un placer llegar hasta tu blog.
Un abrazo
Ana
Eres muy generosa, Ana. Gracias por hacerme saber tu paso por aquí. Un abrazo.
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