Es imposible unir lo que habita detrás de nosotros.
El silencio que se recoge en el círculo de la amistad
o las costumbres aparentemente simples
que no se aman.
Tú eras tren, mar,
aire que cesa ante el cristal del ensueño.
Hay heridas que agitan un nombre en sus ingles
o esquinas en que la lluvia roza el deseo,
lo vuelve líquido, eterno, inmutable.
Así los principios
cuando el azar se cuadra como un soldado inmortal
y parece que en la luz se escriben latidos
que se unen como sombras sin dueño.
¡Qué inmensidad en el desliz de un segundo
cuando estalla en las venas y guía un cuerpo
durante los años de la juventud
hasta las orillas del éxtasis!
Podría ser que dijéramos lo mismo
o tal vez que las palabras nacieran viejas
como una máscara usada
o un teatro de títeres
en los designios de la noche.
Fue un tiempo de plenilunio en la piel sin años,
fue la voz que no quiere hablar,
la tiniebla en los dedos que se tocan.
¿Dónde está la luz que prendió en las sienes?
Aquí, allí, en el lugar de la vida
que regresa con las alas mustias
del pasado.
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