Qué margen te das.
¿El de la historia que vuela noche tras noche sobre el abismo?.
Los recuerdos crujen cuando la imagen no puede regresar
a la sed inhóspita del delirio.
Dónde, y en qué los rastrojos inmóviles
que te catapultan hacia el mañana,
cuál su raíz de hojas perdidas,
desde qué rubor el aliento crece hacia el sur,
deja un ovillo de soles en la claridad múltiple.
La luz, la impenetrable luz es lo que busco,
su robusta memoria de días y días,
su ferocidad que quema los visillos amables,
el resplandor en la caoba
o en los espejos que quisieran tan solo un cuerpo,
una ceniza o un milagro.
¿Es que hay una traición en la desventura,
es que quién no trasluce sus recuerdos
los ama con el frenesí loco de la ausencia?
En esta pared donde la soledad dibuja un nido,
yo descubro la candidez como una llaga alegre.
Que vuelva el compás de la música que no conocí,
el ritmo que halló en mis venas la forma ágil de vivir,
el corazón que existe más allá de la irrealidad
de ser presente o nada.
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