Esa nitidez no es mía.
El brillo como un tótem
donde mi rostro cabalga.
Mensajes de luz en las esquinas cóncavas,
la sed de un signo
vuela como paloma
sobre la frente cáustica.
No hagas muecas, no pienses,
la atmósfera es un prisma de pensamientos
y no podrás hacer callar a tu hoy,
a tu primavera indómita.
Él te mira con el pulido eje del azogue,
no canta,
el silencio adorna la verdad del misterio
y así anticipamos el regreso,
la cadena que ata.
Cada día, cada noche, vigilo su doblez
pero no puedo huir de su arcadia que llora.
¿Quién es el yo que enciende la muda mueca del adiós?
El cristal lleva en su interior un viento de lujuria.
Buscaré en otro espejismo el pilar de la luz
como un extraño que no halla en su tez
la insignia del orgullo.
Quizá la ponzoña de lo que ha sido y no vuelve,
el eco invisible de la necedad,
tu yo en la memoria del tiempo
me salven.
La memoria es a veces lo único que queda...
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es. Gracias, amiga. Un abrazo.
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