viernes, 16 de septiembre de 2016

El café

La transparencia de la lluvia escribe un sol.

Mira el robusto eje de tu paso
en el cristal líquido.

Detrás el anhelo de mi sombra,
los rizos del agua y su música.

Fue necesario alejarse del mar,
fue el designio que la ciudad elige
la piedra del musgo,
el canto que llora en los suburbios.

Ya sabia que no hay iconos en tu iris que vaga.

La juventud no reconoce las huellas,
ejerce la locura del viento en sus alas
y no entiende de párpados heridos.

¿Qué es lo nuestro,
quizá la doctrina que impone el día,
sus imágenes compartidas,
el circulo del regreso y de la nada
bajo el parasol ambiguo de la costumbre?

Si amar es una idea
que envuelve con su raíz el aliento de las horas,
reniego de la cicatriz
hasta el origen de no ser yo
sino el azul de la memoria.

Siempre consentí con los amaneceres del agua,
me podía el eco de la vida
con su soniquete de espumas.

¿Y si busco lo que perdí en los ojos del azar?

De nuevo
como un mendigo en las calles que soñé,
las que fueron, las que me acompañan
como un latido entre las cruces,
un sol amargo que puebla este café
de añoranzas.

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