Solo mi cuerpo avanza. No hay conciencia
de un destino que se refugie en mis manos.
Leves colinas, colores amarillos y ocres,
el silencio de la mies, el azul de un horizonte
claro. Solo mi corazón exige el regreso porque
los minutos se pueblan de castillos encantados,
de mares agrestes, de faros que iluminan suelos
inenarrables, de palabras sin orilla en los labios
rojos. Con este rostro ajado que se apoya en el cristal
frío, pasajero de un vehículo triste, voy sumando
paisajes en mis pupilas viejas, sin nada que decir
en la proximidad de tus brazos. Miras al frente,
tensa como un árbol amante, no sé en que piensas,
no sé en qué momento has dejado de estar aquí.
El viaje es un sello de silencios y luz. Pronto
llegaremos a casa.
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