Regálame la rosa esférica que conoció el amor,
el alfabeto del lince donde mirar los ángulos del tiempo,
sé la misericordia y el golfo seco que muere en la luna,
la canción triste de un idioma inventado, la voz en la ola que aúlla antes de verterse,
el candil que navega en la noche como un pájaro de fieltro entre esferas rojas,
dime del púrpura en los ojos del mártir, háblame de tus pechos
que son flores de ámbar, muéstrame tu faz devota,
la que se alza al abrir tus manos, quiéreme como un anuncio imposible
en mis horarios de ceniza, sueña o ríe, vive o extínguete en el temblor
de los relojes cuando la fiebre mecánica expulsa de sí el meandro impar de las edades,
atisba entre la niebla el resplandor de un junco que el latido del sol abandona,
piensa en el corazón raído del bosque, en la cinta verde que una niña perdió,
en el balón oxidado que aún guardas en el baúl de tus insomnios,
desvía el tránsito de los neutrones con los conjuros que nunca probaste,
hoy es el tiempo de las cigüeñas amantes que flotan bajo la luz de los paraísos rotos.
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