Alza tu voz, que sea el verbo como lluvia oscura.
En el rostro la altivez de una fotografía impúber,
en las manos una cruz violeta, en tu seno dos palomas
tras el ángel de la claridad. En el rincón las columnas que viajan,
una casa de ogros bajo el dintel efímero, el rondo añil
de mujeres sin patria, la nigromancia y su crepúsculo
de arañas rojas. Hasta el mar, hasta la orilla en la cintura
de la nieve, hasta el pedigrí de los cielos ensortijados,
junto al nido de las aves que aún lloran antes de reconocer la luz.
Y los muebles sin perfil, los cuadros vacíos, las habitaciones
que simulan un edén vespertino, ¿Dónde la llama que olvida
el recuerdo, en qué trasparencia las palabras ya no se añoran
y es tan solo la memoria una inalcanzable línea de humo?
En el rostro la altivez de una fotografía impúber,
en las manos una cruz violeta, en tu seno dos palomas
tras el ángel de la claridad. En el rincón las columnas que viajan,
una casa de ogros bajo el dintel efímero, el rondo añil
de mujeres sin patria, la nigromancia y su crepúsculo
de arañas rojas. Hasta el mar, hasta la orilla en la cintura
de la nieve, hasta el pedigrí de los cielos ensortijados,
junto al nido de las aves que aún lloran antes de reconocer la luz.
Y los muebles sin perfil, los cuadros vacíos, las habitaciones
que simulan un edén vespertino, ¿Dónde la llama que olvida
el recuerdo, en qué trasparencia las palabras ya no se añoran
y es tan solo la memoria una inalcanzable línea de humo?
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