lunes, 13 de enero de 2020

El árbol de la vida

Tanta fronda de rizos en el verde ojeroso.
Un trinar viejo de historias inmóviles eleva a la mañana
el periscopio de este navío de hojarasca,
barco de velas y enjambre,
tejidos de nervaduras gráciles al alba,
sedosos al atardecer, lágrimas en los peciolos,
lunares de mariquita en la costura vegetal
que alienta a los gusanos, que acoge un santuario de hormigas negras,
tenebrosa la quietud y el silencio que suda el bosque.
Yo sé de tu raíz que invoca el rito,
sé de las estaciones que caen sin perdón
en la piel oscura de tu vientre, sé de los pájaros y su orden,
del amor y la vida que las ramas poseen,
sé que los brazos que despliegas son alas rotas hacia la oscuridad,
sé de la fiel memoria de los arces
cuando en sus copas gime la luna al desnudar su noche.
Virgen de la luz, tronco milenario de ojos blancos,
paraíso que los siglos devuelven a la tierra
con largos dedos y aortas duras como la sed de los cíclopes,
recibe el canto de la lluvia, el agua que alimenta, tu flor y sangre última.

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