Cuando tú llueves yo soy la nube roja.
El episodio de la mudez o la espera de una flor,
la lluvia sin soportales
y el beso que rompe el himen de tu voz y la mía.
Algunas olas se parecen a la lengua de un dios,
en las rodillas del humo
hay suspiros de nieve bajo el calor de una mirada.
Cualquier ciudad elige su nombre,
en el granito suda la herida de un verso,
en las plazas solo viven palomas
completamente ciegas que aún reconocen su estatua.
Recuerdo el gris de mi boca
y los túneles en los ojos como una reliquia de la luz.
Al final queda la melancolía de las semanas sin diálogos,
el ardor de un domingo que nos trae
el calendario soez de las mariposas que cantan.
Este río es un alfil que muere,
su orilla el silencio de mi voz cuando apenas el cielo
se inventa un rostro de orquídeas azules
bajo tus pestañas que dibujan en la plenitud de lo oscuro
la voraz comedia
de los tiempos bárbaros.
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