Aquella vez no fue un mero desacuerdo,
una palabra que suena distinta en cada tono,
un gesto equivoco ante el espejo del baño.
No, aquella vez fue el pensamiento, la raíz
del discurso que a diario sosiega, el bálsamo
de los cajones poblados y las estanterías a medias
lo que se quebró de cuajo y en su centro.
Ya no hablaste más, pues ninguna verdad quedaba en pie.
Todo pisado, todo sucio como un camino de barro.
Amor que te has ido desnudando como un árbol en otoño
o una retama blanca de invierno, amor de nubes oscuras
y viento iracundo, ya no digas más lo siento.
Cuando el crepúsculo llegue fiel a su cita,
un resplandor de olvido se hundirá como el eco
y ese orgullo latente y mudo, dejará por fin de ser nuestro.
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