Se abrió como una lágrima el mar deshojado.
Después de los perfiles,
del almidón de las nubes como maciza nieve
llegó el espejo veteado de un océano antiguo.
Su lengua esférica duerme la sinrazón del verano
y nosotros, aprendices de invierno,
sostenemos pestañas pegadas a mirtos.
Todo para llegar al símbolo,
luz herida de sombra,
voces que recuperan el vuelo inmóvil de los insectos,
rocas tiznadas, veleros de cuadrícula imperfecta,
el eterno silencio de los labios de arena.
Una extraña armonía de preguntas azules
escribe aquí historias de nácar.
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