lunes, 28 de mayo de 2018
Lámparas
Pudo haber sido el edén,
la luz donde nadan las letras del infante,
el asombro interior después de la claridad
de los días infinitos.
Arriba como faros múltiples,
rozando la muesca
invisible de mi cara,
el pedestal donde mi padre
lee las noticias efímeras.
Y la lluvia más amorfa de los tubos de neón
en la cocina que no quería la luz blanca
sino el roce de la amarilla intimidad.
A mi sombra,
en el duermevela,
la lámpara es un tiovivo de figuras que sueño,
el roce de la ternura en la mejilla,
un vigía que me indica la soledad de un párrafo
antes de ser yo la lumbre que cabalga.
Me olvido de las formas
-tulipa, hierro, papel, polímeros, cristal-
porque la noche oculta
las líneas febriles de un texto
y solo me salva su cabellera de luz
al romperse entre las sílabas
de una historia inmortal
que, sin pudor, revivo.
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