Te sorprende y tardas en saber por qué. Una ráfaga
que incendia tu pupila, la armonía iconoclasta de un brote,
ese rayo con que persigues la fugacidad del éxtasis
para rendirte. ¿Será la maravilla del color o el estallido
de una perfección en llamas? Me duele como a un niño
feliz la huella efímera. Ven y cubre de espejos el muslo
que invita, traza con la inmadurez de tu nombre las escalas
que pisaré una sola vez y si el regreso es la luz no descubras
la señal que envejece ni el instante en que dejarás de ser abril
para convertirte en diciembre.
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