Así la brizna o el polen en el efluvio del aire,
así la espuma y su caricia, así el vuelo del pájaro,
así la llama del sol sobre la espiga y el prístino
rumor del río, así la mies del verano y los ojos
de juventud en una hembra virgen, así el haz
de un faro en la noche, una ráfaga en la quietud,
el soplo infantil de las horas. ¿Qué verdad es la llave
eterna?, ¿qué roca-de granito o carbunclo-sobrevive
a la luz?, ¿en qué rincón el sedimento sueña
con pilares rojos de inmortalidad o núcleo
de ventanas cerradas en la vivienda triste
del suceso? Relucen los campos y mueren
las esquinas de las ciudades, y pasa el céfiro
como un arco iris de mar, y llega el Olimpo
de las palomas y sufren los niños la herencia
del ocaso al volver del día. Escucho la lluvia
como una música que fluye, no hay raíz sino
episodios. Entiéndelo bien al abrir tu párpado
hacia la claridad del espejo, solo en los límites
de un hálito se halla la memoria de tu corazón
al que interrogas sin fruto, al que mientes
sin por qué.
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