Antes de ti no concebía la imagen exacta de un cuerpo.
De pronto el carmín de un labio, los pantys deshilachados,
el perfil de un águila que busca. Y la música en rompiente,
las palabras acostumbradas al silencio, una copa
que se aferra a la noche, el latido circunstancial del azar.
Me llevas al barranco tras la deriva de tus altos botines
y cada espejo, cada cristal se insolenta con el murciélago
que asoma en la cruz de las calles. Somos pájaros
después del plenilunio, cometas sin bienvenida,
astros que morirán en la cópula, o al contrario,
en el ansia de yacer.
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