Yo fui un pétalo nocturno, abierto hacia la lluvia.
Soliloquios
inaudibles en la espesura de la noche,
mi voz gorjeaba bajo el metal de una farola.
Te escribo,
atrozmente, con la tinta azul del olvido.
Como pisadas
de gaviota mis letras,
como azulejos
sin color
los días de
invierno,
desvaídos.
Te desnudas y
es la nieve
un traje en
mis omoplatos,
perdición.
Ni la lluvia,
ni mi voz, ni mis pies,
ni la nieve
evocada,
están.
Solo tu
cuerpo existe.
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