Ya no me
acuerdo de los nombres,
vuelan como
pájaros furtivos.
Pretendí urdir
mi voz con la
historia,
ser camaleón
entre las ramas
de la vida.
Sentirme cautivo de una primavera feliz,
las flores brotan, la luz sangra.
Como una
fuente clandestina,
mis caños
visten ropajes del azar,
aun siendo sinrazón
crezco en otro esqueleto,
soy la sombra
del elegido.
A menudo
ensayo ante los espejos
con luces
mortecinas,
mis ayeres no
sobreviven
pues adorno la pasión con el énfasis de un soliloquio,
el alarde de
un diálogo,
el gesto
ambiguo bajo el que yace mi huella.
Es cierto que tengo más de un alma,
que las edades
las recobro de un papel,
que cuando
hablo a solas repito sentencias,
rúbricas sin
corazón.
Quisiera
volver a la niñez
para que mi
identidad florezca en su raíz,
alguien, tras una
llamada de teléfono,
me ofrece un personaje,
qué extraño
destino es la impostura.
La niñez salpica tu versos a pesar de todo.
ResponderEliminar:)
Besos.
Felicitaciones, Ramón, por tan buenos versos. Salud.
ResponderEliminarGracias, Amapola, por dejar tu comentario. Besos.
ResponderEliminarGracias, Julio, por visitar mi blog y por la amabilidad del comentario. Un abrazo.
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